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En 1997 se cumple el 30º Aniversario del asesinato del Comandante Ernesto Che Guevara; queremos recordarlo con dos escritos de Eduardo Galeano que, si bien en su síntesis exprimen amargura y dolor por la pérdida (llevada a cabo por mezquinos sicarios a sueldo del imperialismo) de un hombre talmente grande que, recibido de médico, quiso dedicar su profesionalidad a los pobres y, desde esta tarea, las circunstancias lo llevaron a convertirse en guerrillero y heredero de las luchas de Bolívar, Sandino, Martí. Fue definido héroe de la Segunda Independencia de la América Latina; efectivamente fue el ideal continuador de aquella primera lucha por la Independencia del continente latinoamericano contra el colonialismo opresor que había destruído civilizaciones y pueblos enteros, deportado millones de esclavos para incrementar la explotación de aquel continente, inventado confines para dividir a los pueblos y repartirse mejor el botín. En nuestra época es el imperialismo el que mantiene en el subdesarrollo a los pueblos latinoamericanos, el que los despoja de sus riquezas, el que somete sus niños al hambre y a la violencia. El Che Guevara combatió contra estas vergonzosas injusticias en el único modo posible, como comunista, partiendo de la convicción en el amor y en la colaboración entre las personas y los pueblos, como primeros elementos indispensables para construir una nueva sociedad, junto a los cuales colocaba la también indispensable cientificidad del materialismo dialéctico, coherente con su pensamiento hasta el final, ejemplo concreto de lo que debe ser el hombre nuevo: un hombre de humanismo marxista-leninista. Lamentamos su muerte y la pérdida del gran contributo ideal que aún podría haber elaborado y transmitido, lamentamos que su figura sea muchas veces mal interpretada y utilizada impropiamente por esta sociedad que primero lo asesinó y ahora lo banaliza o lo mistifica según las pautas de la convenienza política, o lo utiliza como un objeto fuente de utilidad económica. En una sociedad en la cual todo es mercantilizado y banalizado, también una persona grande como el Che puede ser manipulizada pero jamás analizada, estudiada y restituída a los pueblos por lo que realmente era: un gigante que dio esperanza al futuro de la humanidad.
Los niños cubanos dicen: ¡Queremos ser como el Che!.
Esperamos sinceramente (aunque nos resulta difícil creerlo)
que este deseo se extienda a todos los niños del mundo
como augurio del cambio que nos conduciría de la sociedad
del dinero, de la injusticia, de la competencia, a una sociedad
superior, a la sociedad de la justicia, de la colaboración,
y en la cual finalmente... podríamos burlarnos del dinero
como hacía el Che.
1967: Yuro Ravine
La caída del Che
Balas de ametralladora que quiebran las piernas. Sentado, él combate hasta que el fucil le es arrancado de las manos.
Los conquistadores se arrojan sobre su reloj, sobre su cantimplora, sobre su cinturón, sobre su pipa. Uno después de otro, muchos oficiales lo interrogan. El Che permanece tranquilo mientras sigue perdiendo sangre. El Vicealmirante Ugarteche, feroz lobo de tierra, comandante de la marina de un país no bañado por el océano, lo insulta y lo amenaza. El Che lo escupe en la cara.
Desde La Paz llega la orden de matar al prisionero. Una fucilada.El Che muere, asesinado a traición de un balazo pocos días antes de su cumpleaños, a la misma edad en que fueron asesinados a traición Zapata y Sandino.
En la ciudadela de Higueras, el General Barrientos muestra su
trofeo a los periodistas. El Che yace en una lavandería.
El flash de las cámaras fotográficas lo asesinan
por última vez. Su rostro tiene ojos que acusan, y una
melancólica sonrisa.
1967: Higueras
Las campanas suenan por él
Murió en el 1967, en Bolivia, ¿porque se equivocó en las previsiones del cómo, dónde y cuándo? ¿O no murió absolutamente, en ningún lugar, porque no se equivocó sobre lo que realmente tiene valor no obstante los cómo, los dónde y los cuándo?
Él creía que nos debemos defender de las trampas de la avidez sin bajar jamás la guardia. Cuando era el presidente del Banco Nacional de Cuba, firmaba los billetes con el nombre de "Che" para burlarse del dinero. Amaba las personas y despreciaba las cosas. Él pensaba que el mundo en el cual no se logra distinguir entre el ser y el haber, es un mundo enfermo. No tuvo nada para sí mismo, y jamás pidió nada.
Vivir es ofrecerse uno mismo, pensaba; y él se ofreció a sí mismo.